Seca o asa los chiles en el horno. Asegúrate de lavar primero los chiles y quitarles los tallos. Si te gusta más suave, quita las semillas. Para una variante más picante, conserva las semillas.
Calienta la sartén y empieza a saltear el ajo y los chiles asados.
Luego añade los tomates picados, el orégano molido, el azúcar, el vinagre, la sal y la pimienta.
Mezcla y tapa durante 15 minutos. (Precaución: dependiendo de los chiles que hayas utilizado, puedes usar un protector ocular si se pone demasiado picante de cerca)
Retira la mezcla de salsa de chile del fuego y deja que se enfríe durante al menos 20 minutos.
Una vez enfriada, prepara la salsa de chile y hazla puré en la batidora o en el robot de cocina. Sigue mezclando hasta conseguir la consistencia deseada.
Guárdala en un tarro limpio y hermético o en un tupperware. Puedes guardar la salsa de chile durante 3 meses. Sólo asegúrate de refrigerarla para evitar que los contaminantes estropeen la salsa.